
Entraron tus labios en mi piel
quemando todo mi cuerpo; mientras encendías
la llama que de niños fuimos descubriendo.
Tus cabellos enredé en mis dedos mientras
la lujuria me consumía por completo.
Fuimos dos hombres encapuchados
víctimas del alcohol y el miedo.
Tu pene tuve entre mis manos y sentía
cómo lentamente besabas todo mi cuello.
Sucumbiste mis espacios y
enredaste en ti todo mi cuerpo.
Como un siervo atrapado comencé a
saltar buscando escapar de tan maravilloso infierno.
Lagrimas brotaron de nuestras miradas
mientras tus fluidos regalabas al viento.
Nuevamente mordimos la manzana y
por un instante recordamos lo bello que es ser niños e ingenuos.
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