
Fuiste clavel mojado en mi espalda.
Resbalaste en mis curvas y hasta tocaste por dentro mi alma.
Susurro amargo fueron siempre tus palabras.
Maquinas de besos adornaban las calles de la avenida esperanza.
Mostrabas tus cabellos erguidos cual pirata su espada
Y lamías con tu lengua el sudor de mi cara.
Fuiste rocinante fugitivo que a su amo varado deja en medio de la nada.
Y creciste tu vida a mi lado sin temores ni miedos, sólo mar y agua salada.
Marcaste rumbos cual roció baña las rosas en la mañana.
Y volcaste fluidos en mi cuerpo, en mi vida y en la de todos los de la comarca.
¡Oh, bestia salvaje que domarte me dolió en el alma!
Recorriste con tus manos mi cuerpo mostrándote indefenso y sin temor a nada.
Y fui tuyo mil veces, mil veces y con mil ganas.
Estrellas brillaron sobre ti y otros cuerpos dañaron la confianza.
Unos a caballo, otros a pies; más soldados se unieron a nuestras andanzas.
Y la vida fue dura de ahí en adelante; dura, infeliz, llena de caprichos, de tinieblas y de pura nada.
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